jueves, septiembre 09, 2004

RELACIONES ( y 3)

“Mi querido Antonio:

Como dicen en las películas, cuando leas esta carta, yo estaré muy lejos.
He pensado mucho cómo despedirme de ti y al final he decidido hacerlo del mismo modo en que nos conocimos. ¿Te acuerdas, verdad? Me contestaste por carta a aquel anuncio que puse para vender mi coche. Y de la venta del coche pasamos a las cañas y de las cañas a las cenas y de las cenas al amor. Y fíjate que yo siempre creí que no volvería a enamorarme y ¡vaya si lo hice!, hasta el tuétano, sin querer, eso sí, como de repente, y cuando quise darme cuenta ya no había remedio.
Como creo que no hay solución buena, he pensado que esto sería lo menos malo, porque como tú me has dicho muchas veces, no se puede dejar a alguien diciéndole que le quieres mirándole a los ojos, y yo te quiero, te quiero mucho y aunque no lo comprendas, tengo que dejarte.
Como te debo tantas cosas, tanta felicidad, quiero contarte por qué me voy, porque tú eres muy inteligente, pero de cosas del corazón entiendes poco. Eres muy básico y me parece bien, pero es que sufro mucho y yo quiero ser feliz.
Esta relación me está matando. Quizá si no te hubieras empeñado en que no trabajase, quizá tendría la mente ocupada en otras cosas y no estaría todo el día pensando en qué haces. Que no soy celosa, que lo sabes, pero es que no encuentro nada mejor en el día que pensar en ti, en si estarás sentado o de pie, si comerás mucho o poco, si te reirás o estarás serio.
Y no es que no estés pendiente de mí, que lo estás. Pero no me creo cuando me dices lo guapa que estoy, porque de tanto comer me he puesto como un tonel y ni me arreglo ni nada, ni me apetece salir a comprarme ropa, con lo que yo he sido.
Sé que me quieres. Tengo la certeza cuando te despiertas asustado por la noche y me buscas con tu cuerpo y me llamas en sueños. Entonces yo te calmo y vuelves a dormirte, como un niño.
Sería absurdo que te dijese que te dejo porque nunca me has regalado flores y porque nunca me compraste el anillo de la joyería “Eloisa” que desde hace tres años miro siempre que pasamos. Hago un comentario diferente cada vez, qué caro es, qué bonito es, qué tipo de mujer llevará un anillo como ese... Pero tú ni te das cuenta.
Mi vida se convierte en una interminable espera. Espero a que llegues a casa, a que me llames, a que te acerques, a que me cuentes...
Llevamos seis años casados y me siento cansada, cansada de que todo sea perfecto y de que todas las parejas nos envidien.
Renuncié a los hijos porque tú no los querías, pero me dije que sería la única y última vez que renunciaba a algo importante.
Ahora tengo algo importante, mi vida.
No me importa lo que comente la gente, que comentará, mucho y malo.
Dirán que Mauro era mi amante y que por eso me he ido con él. Con el tiempo tú también lo creerás, pero tampoco me importa.
Sólo quiero este instante, quiero que sepas que te dejo porque no aguanto esperarte más. Y por las flores y el anillo.
Dirás que no te quería lo suficiente, pues dilo.
A veces las cosas no son lo que parecen.

Andrea.”

Cuando bajaba las escaleras se cruzó con un mensajero. Llevaba flores y una caja de la joyería “Eloisa”, perfectamente reconocible por los lazos tan cuidados que ponían, de seda.
Y pensó: “Qué suerte tienen algunas...”