sábado, enero 09, 2010

ENCUENTRO POÉTICO


Poesía en tu nuca by fotometro

Hoy, en el remate de las fiestas navideñas, he dado un paseo por la poesía.
He empezado con Joaquín Pérez Azaústre para crear ambiente: "La poesía es una pasión inútil, y ahí radica su verdadera belleza: maravillosa inutilidad".
He rozado su jersey rojo y he visto sus ojos de cazador, me he puesto su traje de Gran Gatsby y cerrando los "ohos" he vuelto a Córdoba.

Buscamos la belleza en estar vivos.
Cuando se templa el aire en los pulmones
y hacemos un recuento del día y su demora,
antes de la cena o de la barra,
acabo preguntándome qué busco.

Supongo que ya saben de qué hablo:
se anudan las secuencias de este día
para asumir su fin.

Escribo porque me salva,
para que las preguntas duelan menos
o no acechen, escribo
porque nunca fue más bello el engaño.

El sueño es una tregua o una trampa.

Buscamos una piel en que nacer.
Buscamos la belleza en estar vivos.(J.P. Azaústre)

Quería crear un hilo conductor absurdo en mi lectura y sabiendo la polémica y que Joaquín ganó un premio con su nombre, leí el  Happy Ending de Gil de Biedma:

Aunque la noche, conmigo,
no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá
si es definitivo.
Que aunque el gusto nunca más
vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
no suelen durar.(J. Gil de Biedma)

Algunos escritores me caen fatal. Generalmente por sus declaraciones públicas y pocas veces por encuentros personales.
Así me pasa con Juan Marsé. Parece que está enfadado con el mundo y en sus desprecios desmedidos hacia El cónsul de Sodoma pierde mis afectos. Esos que le prodigué junto a Teresa en aquellas últimas tardes.
Siguiendo el absurdo hilo, me pregunto qué tiene el Derecho que ver con la poesía. Por qué Pérez Azaústre, Gil de Biedma, Luis Cernuda y Pedro Salinas estudiaron Derecho... Vengo pensando que al ser la poesía algo tan poco ajustado a lo convencional, se necesita un serio revestimiento personal que sólo pueden dar las leyes, algo que refrende que el dedicarse a la superficialidad de la belleza escrita sólo es un hecho elegido, libre y bohemio.


La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. (P.Salinas)


Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. (L.Cernuda)


Comparten premio Adonais, espaciado en el tiempo y el espacio, Pérez Azaústre y Luis García Montero:


Y vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad,
como la melodía
de una vieja canción que recordamos.
Ya sabes que el otoño,
además del plumaje
mojado
de los árboles,
además de la luz y de esta tierra,
era una cita rota, perdida entre nosotros.(L.García Montero)


Leí a Almudena Grandes antes de que conociera a García Montero. Con el tiempo, un día, le pedí que me firmase El corazón helado, lo hizo y provocó en mí un desafecto. Debería estar mal visto que los escritores se relacionen con sus lectores. Así siempre mantendríamos una visión idílica del escritor y la decepción no tendría cabida. Algo así me pasó con Ismael Serrano, pero eso, es otra historia...


Siguiendo el absurdo de mi hilo, leí a Jorge Luis Borges, tras leer que García Montero se enfrascó en un rifirrafe con alguien que llamó fascista a Federico García Lorca. Estrechar la mano a Pinochet, le costó el nobel a Borges y García Montero deja la docencia universitaria. El coste de nuestros actos, impuesto interna o externamente.


Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.(J.L.Borges)



En la curva del río te esperé largas horas,
limpio ya de arabescos y de ritmos fugaces.
Tu jardín de violetas nacía sobre el viento
y allí temblabas sola, queriéndote a ti misma.(F.García Lorca)


Así seguí con el delirio que produce la lectura poética, viajando por Hispanoamérica, y aventurándome con los poetas más jóvenes.
El círculo se va cerrando y veo a Pérez Azaústre esperando con una copa de vino. No brinda conmigo, pero casi.

BLACK SPACE TWO.

Todos tenemos un lado oscuro. El que lo niegue, está mintiendo.




Tengo un amigo al que cada vez reconozco peor.
Pasábamos largas horas hablando cuando él se acercaba  a los 30 y yo a los 40. Me gustaba mucho su conversación con toques nihilistas, alojado en la soledad de los incomprendidos, despreciando los valores vulgarizados. Me bebía sus palabras, la cadencia de su tono, la poesía de sus gestos. Él era frío y yo era distante.
Pero ocurrió un día. Ese misterio que de repente quiebra una distancia, crea un lazo, aproxima infinitos. Se sentó al piano y tocó. No para mí, él no sabría cómo. En aquella habitación en la que la claustrofobia era una realidad, se deshicieron las paredes y creí verle el alma.
Desde entonces yo me sentí cercana, me sentí amiga.
Hace ya casi ocho años...
Pero en los últimos tiempos ha cambiado. Ha roto su discurso, se ha plegado, toma antidepresivos.
Le llamo por teléfono y dice que recibe familia y amigos en casa, que se relaciona con todos y vuela a Miami a conocer a la familia de su mujer cubana y yo miro mi móvil por ver si me he equivocado de número.
-Es otra fase, querida- me dice.
Y yo le entiendo. Y le añoro. Prefería las tardes turbias en las que casi veíamos esperanza y hacíamos acopio de utopía brindando por la revolución del espíritu.
Nunca nos tocamos, quiero decir como amantes. Nunca deseé su cuerpo, pero sí anhelaba su mente.
Ahora, sumergido en su lado oscuro, frecuenta bares y comenta la política cotidiana.
De lejos, bajo los copos de nieve, le observo y espero, por si se le ocurre volver.