lunes, febrero 14, 2011

14 de febrero

Me levanto y miro por la ventana.
Es Nueva York. Es tu casa.
La bruma que envuelve la ciudad cuando hace frío es más densa cuando no estás.
Preparo un café por instinto y miro dentro de la taza, aún más dentro. Yo no tomo café.
No reconozco el móvil que suena tan temprano y me pregunto cuándo lo cambié. Cuándo cambió este escenario que casi no reconozco.
Quizá si volviera a meterme entre las sábanas podría entender qué me pasa. Lo hago y te miro mientras duermes. La respiración acompasada, la mano apoyada en tu frente, el ángulo que dibujas con tu cuerpo.
Al mirarte te transformas lentamente, desdibujándote y convirtiéndote en un espejo de mí misma.
Alargo la mano para no perderte, pero te transformas en la bruma de Nueva York, llenando la habitación de humo gris.
Recurro al recuerdo y cierro los ojos. Quiero verte levantado y listo. Afeitado y espectante. Despacio, voy creando tu silueta, inmóvil en la puerta de la habitación. La pongo en movimiento y se acerca. Quiero poner en tu imagen la mirada con la que me dices todo.
Que hay un día más.
Que tengo que fabricar recuerdos.
Que somos dos, pero a veces, uno.
Que la calle sin salida sólo espera a que mire hacia arriba.
Que no hay lógica para amar.
Que tengo que vaciarme para volver a llenarme.
Que no debo olvidar que te quiero.
Que fabricas símbolos para mí.
Que el año que viene me darás un nuevo motivo.

Acercas tu mano y todo se vuelve bruma de Nueva York.